Es nuestra tierra rica en leyendas y romances, y el Castelo da Lúa no escapa a los seductores encantos del misterio de los tiempos.
Se dice que tras una batalla de intereses feudales, siendo la fortaleza bastión templario, un joven malherido fue apresado junto con su amada, cuyos desvelos y cuidados fueron suficientes para que éste escapara de la llamada de la muerte. El amor recíproco de ambos jóvenes los mantenía vivos en las mazmorras templarias.
Fue un joven templario el que, conmovido por el infortunio de los jóvenes, les devolvió la libertad una noche sin luna, poniendo a escondidas una pequeña embarcación que los ayudaría a marchar lejos de sus carceleros.
Los enamorados guiaron la pequeña barca rumbo a la libertad, sin embargo la luna, hasta ahora ahogada en las sombras, apareció en la noche recortando la silueta de la frágil barca contra el horizonte, haciéndolos visibles ante sus enemigos.
Los vigías alertaron de la evasión de los presos, a los que la guarnición de ballesteros respondieron con una lluvia de flechas. El joven templario conmovido intentó ayudarlos, más las flechas asesinas no hacían distinción a la hora de dar muerte.
Desaparecida toda esperanza de lucha, el joven se inclinó sobre su amada, tratando de evitar de esta manera que las flechas diesen con ella, mas no pudo evitar que diesen con él. La joven, viendo a su amor inerte cayendo al mar, tras un grito de amor y maldición se echó tras él.
Al día siguiente, el mar caprichoso abandonó los cuerpos enamorados sobre la playa, unidos por un abrazo eterno que los uniría por siempre.
El jefe templario los enterró al pié de una de las torres interiores del castillo, y decía la leyenda que, desde entonces, todas las noches de luna un rayo de luz se posaba sobre la sepultura de los jóvenes, velando su amor incondicional, y que al anunciarse el alba, brillaban con siniestro fulgor encarnado los blasones del Temple.
Se dice que fue la maldición de la joven la que guió el fatal destino de la fortaleza y que, al coincidir la fecha del suceso cada año, un rayo de luna besa con ternura la losa de los enamorados.
Bibliografía consultada: Leandro Carré Alvarellos. Las leyendas tradicionales gallegas (Editorial Espasa Calpe, Madrid 2008)
Se dice que tras una batalla de intereses feudales, siendo la fortaleza bastión templario, un joven malherido fue apresado junto con su amada, cuyos desvelos y cuidados fueron suficientes para que éste escapara de la llamada de la muerte. El amor recíproco de ambos jóvenes los mantenía vivos en las mazmorras templarias.
Fue un joven templario el que, conmovido por el infortunio de los jóvenes, les devolvió la libertad una noche sin luna, poniendo a escondidas una pequeña embarcación que los ayudaría a marchar lejos de sus carceleros.
Los enamorados guiaron la pequeña barca rumbo a la libertad, sin embargo la luna, hasta ahora ahogada en las sombras, apareció en la noche recortando la silueta de la frágil barca contra el horizonte, haciéndolos visibles ante sus enemigos.
Los vigías alertaron de la evasión de los presos, a los que la guarnición de ballesteros respondieron con una lluvia de flechas. El joven templario conmovido intentó ayudarlos, más las flechas asesinas no hacían distinción a la hora de dar muerte.
Desaparecida toda esperanza de lucha, el joven se inclinó sobre su amada, tratando de evitar de esta manera que las flechas diesen con ella, mas no pudo evitar que diesen con él. La joven, viendo a su amor inerte cayendo al mar, tras un grito de amor y maldición se echó tras él.
Al día siguiente, el mar caprichoso abandonó los cuerpos enamorados sobre la playa, unidos por un abrazo eterno que los uniría por siempre.
El jefe templario los enterró al pié de una de las torres interiores del castillo, y decía la leyenda que, desde entonces, todas las noches de luna un rayo de luz se posaba sobre la sepultura de los jóvenes, velando su amor incondicional, y que al anunciarse el alba, brillaban con siniestro fulgor encarnado los blasones del Temple.
Se dice que fue la maldición de la joven la que guió el fatal destino de la fortaleza y que, al coincidir la fecha del suceso cada año, un rayo de luna besa con ternura la losa de los enamorados.
Bibliografía consultada: Leandro Carré Alvarellos. Las leyendas tradicionales gallegas (Editorial Espasa Calpe, Madrid 2008)
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